Alguien dijo alguna vez que la mejor terapia para el olvido es el odio. Que si ella se va se debe cuidar de nosotros porque le declararemos el odio y la guerra. Pero sabes, al final suele pasar que el odio es bastante aburrido. Porque además no se lo cree nadie. Quiero decir que a ella no le afecta que el taladro de nuestra mirada le traspase porque no se siente culpable. Normal.
Así que al final uno decide olvidar y tirar para adelante. Seguir en el camino y en la búsqueda. Hacer repaso de lo que hemos andado y quedarnos con lo bueno. Y tirar lo malo.
Ella crecerá. Yo espero que no mucho más. Se casará y tendrá hijos. Será la mujer responsable que todos quisieron. Y quizá yo también sea el hombre responsable que todos quieren, no lo sé. La ciudad seguirá imparable. Frénetica. Y nosotros perdidos en ella buscando quién sabe qué. Yo que sé que será de nosotros. Pasarán tantas y tantas cosas.
Con este introspectivo monólogo, descarnado, brutal y bello, se lanzaba Ismael Serrano a los ruedos de los conciertos otra vez, allá por 1999, a propósito de su tercer disco «Los paraísos desiertos». El monólogo da paso sin transición a la canción, «Tantas Cosas». Es ésta una canción difícil, que profundiza en los lodos del olvido desde el pragmatismo, sin concesiones a algún punto de apoyo parecido vagamente a la esperanza. Uno diría que es una canción de amor, y lo es, y de desamor, y lo es también; pero eso es quedarse en la cáscara. El amor, el desamor, ¿no hablan sobre ellos el 95% de las canciones que se han realizado en cualquier calle de cualquier ciudad del mundo? Lo que me asombra de «Tantas cosas» es que jamás vi tan perfectamente reflejada en una canción una sensación que siempre está y que casi nunca se cuenta: la pérdida. Normalmente se habla del olvido o del desamor en términos de síntomas, pero no se explica ni se llega al fondo del por qué. Y es que hay, en el olvido, algo parecido al duelo, una especie de añoranza prospectiva, que al fin y al cabo es la nostalgia de lo que no pasará. Lo que hace mágica a la canción de Ismael Serrano es precisamente haber intuido eso, el avance del tiempo no hace sino acentuar la sensación de pérdida, al tiempo que da instrumentos para tolerarla, relativizarla. Resignación y aceptación, pero sobre un fondo de melancolía:
«Nacerán mil niños y nuevas canciones
y quizás alguno, quizás lleve tu nombre».
Por otra parte, la canción contiene una constante en muchas canciones de Ismael Serrano: el ritmo frenético de la ciudad, lo ingobernable de los acontecimientos diarios que no se pueden detener de ninguna forma y van arrastrándolo todo. En «Tantas cosas» es la ciudad la que se va llevando todos los escenarios de los recuerdos comunes, va transformándose y escribiendo por encima de la historia que acogió en su seno, porque la ciudad no duerme y no espera nadie, y ante el ritmo diario de las cosas lo único que puede hacerse es «olvidar y tirar p’alante».
Aquí pongo una actuación en directo en Mendoza:
Podéis escuchar la canción con el monólogo aquí en Goear.